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Ricardo Blume: "Nunca pensé que iba a ser actor"

Publicado: 2011-07-12

Me recibió en su departamento de Miraflores ubicado cerca del malecón, sobre una calle discreta y angosta. Ricardo Cristóbal Blume Traverso, nuestro actor nacional, contestó mi llamada telefónica con cierta duda para concederme la entrevista. Para contrarrestar tal sentimiento solo atiné a decirle, como se le dice a un conocido de toda la vida, “no me diga que no por favor porque siento que tengo el derecho de hacérsela” Y es verdad, fui y soy una fan de su trabajo. Siempre seguí las obras de teatro en las que actuó y las telenovelas donde participó. La conversación duró lado y medio de un casette. Me reí a carcajadas en algunos momentos porque, aunque no lo crean, Ricardo Blume tiene sentido del humor.

¿Su vida ha sido de telenovela?

No, no ha sido de telenovela. Mi vida es normal, sencilla con los pies en el suelo.

Es un hombre sencillo…

Si… para mí sí…si no pregúntele a mi mujer… (Risas)… Soy de perfil bajo, prudente…pero tampoco tengo alitas de angelito. Es difícil juzgarse uno mismo.

Pero cuando uno va creciendo tiene más idea de sí mismo…

Más y menos… Uhmm… no me gusta el tema... ¿qué voy a decir de mi mismo?... Fui un muchacho miraflorino, jugaba futbol en la calle, estudié en el Champagnat, nunca pensé que iba a ser actor, jamás de los jamases.

¿Cuándo debutó como actor no tenía certeza de que quería serlo?

¡Hasta ahora me pregunto qué hago de actor, porque soy lo menos histriónico del mundo!

No lo recuerdo posero…

No soy. Por eso compramos un departamento en Miraflores viejo para tener dónde recalar. Nací en Lima, en jirón La Colmena, en la clínica Febres, pero de allí me llevaron a Miraflores, a la calle Mariscal Castilla que ahora es Berlín.

¿Conforme pasan los años siente nostalgia de sus raíces?

No, yo voy y vengo de México, quizás un poco menos porque trabajo para la compañía nacional de Teatro de Televisa. Tengo contrato de exclusividad y soy Miembro de número. Somos como seis patriarcas.

¿Ser patriarca del teatro en México y nuestro país, le gusta?

No. No siento nada. Más bien me sorprende que me condecoren por algo que empecé a los 27 años en un tiempo que pasó volando. Uno de joven no tiene conciencia del tiempo, pero conforme pasa es más rápido. A veces pienso ¡qué horror que tenga tantos años!

¿Se siente un hombre moderno?

Bueno, soy un hombre del siglo XX que no sé qué diablos hace en el XXI… (Risas) que tiene tantas imágenes y exceso de información. Mis tiempos eran más tranquilos, caminábamos por el malecón con la enamorada, íbamos a la iglesia el domingo o a la vermouth…

¿Al último asiento?

No, no, no. no… íbamos al cine (Risas), todo era más lento y sencillo.

¿Qué es lo más veloz del siglo XXI para usted?

La imagen, el exceso de pantalla. En un departamentito hay dos o tres, trato de defenderme, veo lo que me interesa y no me quedo por inercia frente al televisor ni la computadora.

¿De qué se defiende?

De quedarme medio idiotizado frente a la TV que me aleje de la relación humana. A mí  me gusta abrazar a las personas, mirarla a la cara, no me agrada dar una entrevista por teléfono. Me gusta cultivar la amistad.

¿Le costó cultivar amistades?

No, fue algo natural. Tengo grandes amigos que han sido mis alumnos, he recibido mucho afecto de ellos, les tengo mucha gratitud.

Lo que pasa es que usted es un hombre con alma sana…

No soy un hombre complicado, pero claro, lo soy para mí (Risas). No soy neurótico ni esquizofrénico.

¿Desde cuándo es importante la amistad para usted?

Últimamente es más. El amigo es alguien a quien no necesitas darle tu CV para decirle cualquier cosa. “El amigo es una regalo que nos hacemos a nosotros”. Es una frase que leí en un geniograma. Expresa lo que siento.

¿Tiene más soledad como hombre mayor?

Hay más soledad, pero hay una muy agradable. A mí me gusta. Soy un tipo solitario, me gusta estar en mi casa leyendo mis libros. Desde chico fui así. No me gusta la multitud.

¿Y cuándo celebra su cumpleaños invita uno por uno?

¡No tanto! Pero mi cumpleaños no me gusta celebrarlo. No es el día que más me gusta, pero me reúno con mi familia, mis nietas. Me encantan los días normales, de semana cuando las tiendas están abiertas. No me gustan los fines de semana ni las fiestas. Me enconcho.

¿Siempre fue así?

Siempre. Me acuerdo cuando iba a las fiestas, me paraba detrás de un sillón y las chicas tenían que sacarme de allí para bailar porque no me atrevía ¡Qué curioso!

Tenía jale, me imagino…

No puedo decirlo… (Risas).

¿Con el teatro compensó su timidez?

Si, yo era muy tímido. El teatro nos permite ser “otro” y hacer de todo. Hasta ahora me ocurre.

Usted dice que le gusta trabajar con directores jóvenes. ¿Qué le aporta a su carrera?

La combinación de viejo actor con joven director es buenísima, como al revés también. Los jóvenes tocan cuerdas que uno no se toca naturalmente. Cada uno se deja llevar por sus querencias. Entonces llega un joven, sin prejuicio ni nada, y te dice con mucho respeto, esto es una porquería.

¿Le gusta la confrontación en el trabajo?

No mayormente, pero sí me gusta decirles que no me tengan respeto “por favor, exígeme como al más joven de la compañía”.  Pero maestro, me dicen, y yo les respondo desmaestréame…

¿Cómo actor lo atrae más el drama?

No, incluso a mí me gusta más la comedia… Nadie podría creerlo ¿no?… (Risas)

Bueno usted participó en una película argentina “Mi secretaria está loca, loca”…

A un amigo le dije ¡qué vergüenza tengo de hacer esta película! Y él me respondió que la peor película es la que no se hace porque a lo mejor un productor o director puede verla para incluir una actuación en una obra o película.

¿Y le sirvió de algo hacer esa película?

Bueno, para que me lo recuerden a estas alturas… (Risas)… La verdad, no he tenido suerte en el cine.

Usted vivió en España cuando gobernó Francisco Franco, ¿sintió su presencia?

¡Pero por supuesto! De 1954 a 1960 había función especial para la censura. No se podían presentar obras de Ramón Valle Inclán. Por ejemplo, para exhibir “Los cuernos de don Friolera” lo permitieron con el nombre de “Don Friolera” no más.

¿Le gustó su autonomía en España?

Sí. Cuando uno se va de su casa y país, recién sabe quién es. Hasta pasé tres días sin comer, me robaba los terroncitos de azúcar para comerlos. Vivía en una pensión en Madrid que pagaba con los artículos que escribía para El Comercio.

¿Tuvo conciencia de su identidad en México?

No. A México fui a los 38 años, y a España a los 23. Me subí al barco y cuando ya no pude ver a mi familia porque la nave dio la vuelta, lloré desconsoladamente pues me di cuenta que estaba solo frente al océano y me estaba yendo.

¿Qué cambió a su retorno después de cuatro años?

Vine con mucha energía y por eso acepté la dirección del TUC inmediatamente, a los 27 años. Vine sin timidez, había pasado hambre y arreglado solo.

¿Cuáles son sus raíces?

Tengo una mesconlaza. Blume es apellido alemán que significa flor. Claro, no se me nota (Risas). Traverso, es italiano y quiere decir a través ó atravesado. Soy una flor atravesada. Tengo una abuela inglesa y otra italiana. Mi papá nació en Londres, pero era peruano; y mi mamá nació en Lima pero fue hija de italiano.

¿Se siente un desarraigado?

No para nada. Mis raíces están aquí. Soy peruanísimo.

¿Siente nostalgia cuando recuerda la telenovela “Simplemente María”?

No, la verdad que ya fue. Yo vivo para adelante. No me gusta estar mirando el pasado. Es muy agradable para mí el homenaje que me hace el TUC por sus 50 años, pero yo no miro constantemente lo que hice. Eso es vejez, y yo me resisto. Como dice Ortega y Gasset: “Siempre hay que vivir para adelante”. Lo importante es hoy, y el futuro más inmediato que es mañana. Esto lo enseña la vida.

¿Y usted ha sido un alumno aplicado?

… (Risas)… He sido un alumno como lo fui en el colegio. Me gané un premio de literatura sin tener el libro todo el año porque no tuve dinero para comprarlo. No fui chancón. Oía la clase, ya no estudiaba y todavía discutía con el cura.

¿Qué peso tiene el sentimiento filial en su vida?

Mi padre me marcó muchísimo. A veces, cuando recuerdo algo, ingreso a la computadora y lo escribo. Lo hago desde que quise saber qué recordaba de mi madre porque ella murió cuando yo tenía 13 años. Me faltó. En cambio con mi padre, pensé que si tuviera que escribir una novela, el personaje principal sería él.

¿Era un personaje?

Fue un tipo muy inglés en sus maneras. Cuando me fui a España, me dijo cuídate, mientras que la empleada lloraba a mares. Sin embargo, el que más me escribió fue él y quien me envió mis artículos que publicaba El Comercio. Estaba atento a lo que me pasaba, y eso que éramos seis hermanos hombres y yo era el quinto.

¿Usted dialogaba con él?

Mi papá era de los que oían, y si le pedías un consejo decía: “Mira si haces esto, te pasará esto”. Te daba sentido de responsabilidad. Uno tenía que decidir. Nada de que mi papá me dijo.

¿Usted le dijo que se iba a dedicar al teatro?

Se lo dije, y me respondió: Te vas a morir de hambre pero si eso es lo que te gusta. Fue a ver la primera obra que hice: La mujerzuela respetuosa, de Jean Paul Sartre. Fue en local de Bellas Artes, en los Barrios Altos. Y todo su comentario fue: “Qué bien te pachamanqueaste a esa rubia”… (Risas).

¿En México qué extraña del Perú?

El mar. Aquí respiro mejor, camino y corro muy bien. El distrito federal de México está a 2 mil 200 m.s.n.m. y su clima es seco, seco.

¿Imaginó llegar casi a los 80 años?

Voy a cumplir 78 el 16 de agosto. Nunca pensé en eso. Pero cuando llegué a los 50 años me dije “Ya estoy viejo”. Ahora digo qué, tengo 77, no puede ser, porque a veces ni lo siento aunque a veces me siento de 100… (Risas)… Pero bueno, hay cosas que uno sabe que no se puede hacer. Hay que ser realista.

¿La pasión es más intensa o dosificada?

El amor con tu pareja varía muchísimo, se va convirtiendo en amistad, compañía, lealtad, no hay pasión, pero si te cae una jovencita te puede volver loco. Cito a un escritor para explicarle: la pasión se mantiene intacta. Sin eso, les digo a mis alumnos, se van al diablo pero tienen que acompañarla del rigor artístico.

¿Qué hará en su futuro inmediato?

Mi futuro es llegar a mañana…

¿Y qué va a hacer mañana?

Viviré. Me falta tiempo para vivir.

Publicado en el Suplemento Variedades


Escrito por

Susana Mendoza Sheen

Revelar la existencia de servidores públicos con vocación de servicio, es una forma de conjurar la desconfianza que se tiene del Estado.


Publicado en

La peor de todas

Un blog de Susana Mendoza